9.09.2005


Actualmente las sociedades modernas se enfrentan a una compleja problemática que amenaza la sobrevivencia del género humano y sus organizaciones.
La revolución científica tecnológica, la globalización económica, el agotamiento de los recursos naturales, entre otros, están sobrepasando nuestra capacidad para enfrentarlos.

Por todo lo anterior, podemos afirmar con certeza, que frente a estas demandas impuestas por el ambiente cada vez más dinámico, se hace necesario realizar cambios rápidos y complejos, pero cambios de una sociedad moderna implican modificar todos los sistemas para llegar a un nuevo nivel de desarrollo.

Nos encontramos en un punto crítico de nuestra historia, el futuro está inventado ahora y nosotros como profesores podemos participar dentro de este proceso de inversión o podemos ser victimas pasivas de éste.

Los problemas no se resolverán sin organizaciones exitosas y las organizaciones no pueden tener éxito sin un líder eficaz.

Nunca antes había sido tan grande la necesidad de líderes que puedan hacer frente con efectividad a los retos a que se ven sometidas todas las organizaciones, sea de la familia y las escuelas, hasta las empresas.

La escuela tradicional en este sentido, ha jugado un rol que no favorece al niño para enfrentar este cambio; ha sido poco democrática, egoísta, unilateral y represiva; no ha favorecido la diversidad ni la participación.

Participar en la educación es un derecho que las familias pueden ejercer como ciudadanos en las decisiones públicas. Los padres y madres son los primeros responsables de la educación de sus hijos e hijas, y una de las claves para su éxito escolar, es su proceso educativo.Pero, ¿por qué ha sido tan infrecuente la participación de los padres en la escuela tradicional?Difícilmente las realidades complejas tienen una causa única.
Pues bien, una cara esta representada por la propia escuela quien restringe concientemente la entrada de los padres al colegio; aunque contradictoriamente en su discurso la escuela siente que la participación de los padres es importante y que es más deseada que su desconexión.
Pero implica a los padres llevar implícito una complicación y una voluntad de poner en práctica una serie de acciones de control. La escuela ve a los apoderados como clientes de ella y no como posible agentes de transformación educativa de la sociedad. La familia como cliente, corre el riesgo de ser vista al margen de la escuela como objetos a los que hay que tener contentos y satisfechos para que no molesten demasiado.La otra cara de la moneda está representada por los propios padres, los padres tiene su autoestima como tales y tienden a pensar que en la educación de sus hijos hacen lo mejor que saben y lo más que pueden. No les resulta agradable sentirse atacados, enjuiciados y condenados. Cuando perciben que eso es lo que está ocurriendo, levantan barreras defensivas ante aquellos a los que captan como enemigos hostiles.La participación de los padres adopta distintas formas y niveles, una es de tipo informal o formal y otra esporádica o sistemática. Los contactos informales tienen un porcentaje alto, pero la calidad del encuentro es superficial y fugaz, pudiendo entenderse como el acompañamiento del niño a la escuela; el que va disminuyendo o transformándose en esporádico a medida que el niño crece y se desplaza en forma independiente de la escuela, a través de citaciones a entrevistas (con la intervención de informar al apoderado una situación puntual del niño), reuniones de apoderados una vez al mes, en donde se transmite información, lo que constituye un momento importante de encuentro entre el equipo educativo y las familias.
El trabajo en el aula se facilita con la mayor implicancia de las familias en la educación de sus hijas e hijos, dando su valor motivacional intrínseco.
La propuesta de intervención debiera constituirse en referente para el desarrollo de una línea de trabajo con familias de extrema pobreza, centradas en las necesidades y potencialidades de los niños y niñas. La argumentación anterior hace necesaria la implementación de mecanismos de acercamiento eficaces en la relación familia - escuela.

Desde el punto de vista emocional - social, los niños serían los principales beneficiados ya que el vínculo afectivo se fortalecería en la práctica y en la vida familiar, lo que derivaría en una mayor seguridad, en lazos afectivos de mejor calidad, en una nueva y mejor imagen personal.Educativamente se observaría un mejoramiento cualitativo, ya que aumentar el capital humano significativamente al servicio del proceso de aprendizaje de los niños en la escuela, podría lograr bajar los índices de deserción y a la vez aumentar el grado de escolaridad que el heredado por sus padres.
Por lo mencionado anteriormente, en cuanto a la participación de los padres, ésta adopta distintas dinámicas, una formal -que es unilateral- , ya que es el colegio quien cita y pone las condiciones (lugar, hora, día), la tabla a tratar en la reunión, es impuesta - por dar un ejemplo-.La escuela tiene una radiografía de datos de cada niño y sin embargo, un alto porcentaje de las familias en sectores medios y bajos desconoce la composición del equipo educativo, su estructura, funcionamiento, lo que constituye un factor que dificulta la interacción entre ambos, porque los padres están desconociendo los lineamientos generales del Proyecto Educativo-curricular del establecimiento, debido a que éste sólo le va comunicando las normas y deberes.En cierto sentido, tanto padres como educadores (pero no el niño) se benefician de la existencia de dos mundos separados: los unos porque trabajan sin “interferencias” de los padres seguros en sus espacios y funciones, y los otros pueden desempeñar sus roles sin la sensación de que alguien está inmiscuyéndose en sus asuntos o supervisándolos; pero lo que para unos y otros pueden ser comodidad, para los niños y niñas se convierte en discontinuidad, falta de convergencia, congruencia y coordinación.El interés creciente por la prácticas de la nueva ciudadanía obedece a la necesidad de rescatar el valor que necesitamos encontrarle a la participación común.La familia como entidad y agente de formación básico, debe reflexionar, con y en la escuela el nuevo papel que ésta debe cumplir.La nueva escuela tiene el reto de alumbrar nuevas reflexiones y experimentaciones para desarrollar la cultura de la colaboración que, superando recelos y comparativismos, abra las puertas a nuevos y más diversos modelos de gestión democrática, participando en iniciativas más creativas y en nuevos contextos de intervención social.
El profesorado debe aprender a ver la convivencia y necesidad de compartir el poder existente en los centros y perder el miedo a ese reparto, ya que con ello ganará profesional y socialmente, además serviría para valorar y prestigiar la escuela.

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